Los humedales
desempeñan un papel fundamental en el reciclado natural de los sedimentos y
nutrientes en el medio ambiente, que representa un atributo sumamente benéfico
para los medios de vida y el bienestar de las personas, pero que puede dañarse
fácilmente por culpa del desarrollo no sustentable. Los humedales, además de permitir
que los nutrientes queden ‘bloqueados’ en la vegetación. Cuando el agua de
lluvia fluye por el terreno, transporta consigo partículas de sedimento (como
arena, limo o arcilla). Los arroyos pequeños se unen y forman ríos, y todos
ellos transportan enormes cantidades de sedimentos a lo largo del terreno.
Cuando estos ríos llegan a otros humedales, como lagos y pantanos de las llanuras
de inundación, la velocidad del caudal de agua disminuye rápidamente. Un canal
fluvial estrecho, por el que se traslada el agua con rapidez, cuando llega a la
llanura puede extenderse lentamente a través de la superficie de un amplio valle,
donde las formaciones vegetales de los humedales, como los lechos de juncáceas
o los bosques de la llanura de aluvión, también actúan como barreras físicas
que frenan el agua y retienen los sedimentos[1].
Se considera que los humedales son unos de los hábitats más productivos
del planeta, entre ellos los bajos de lodo, marismas, cañadas y manglares de
estuarios fluviales y deltas, ya que prestan un apoyo decisivo a la pesca y
proporcionan alimento a millones de aves acuáticas migratorias.[2] Sin
embargo, la existencia de estos humedales depende directamente de un aporte regular
de sedimentos. El delta del Ebro, situado al noreste de España, necesita unos 2
millones de metros cúbicos anuales de sedimentos sólo para mantener su estado
actual[3].
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