En cuanto a la depuración
del agua, los ecosistemas de los humedales bloquean los contaminantes en sus
sedimentos, suelos y vegetación, siendo capaces de reducir considerablemente
las altas concentraciones de nutrientes, como el nitrógeno y el fósforo, asociados
comúnmente a la escorrentía agrícola y los afluentes de aguas residuales. Además
pueden evitar que esos mismos nutrientes lleguen a alcanzar niveles tóxicos en
las aguas subterráneas que se utilizan para beber. Otro aspecto relevante es
que contribuyen a reducir el riesgo de eutrofización de las masas de agua superficial.
Muchas
plantas de humedales presentan la capacidad de eliminar sustancias tóxicas
procedentes de plaguicidas, derrames industriales y actividades mineras. Los
tejidos de algunas plantas flotantes, especialmente del Eichhornia crassipes
(jacinto de agua), la Lemna
(lenteja de agua) y el Azolla (helecho de agua) son capaces de
absorber y ‘almacenar’ metales pesados, como el hierro y el cobre, contenidos
en las aguas residuales. La cantidad de metales pesados absorbidos por las
plantas depende de un conjunto de factores como la velocidad del caudal de
agua, el tamaño de la superficie de tratamiento, el clima o el tipo de plantas
utilizadas, pero en general las concentraciones son mucho mayores en los tallos,
hojas y raíces de las plantas que en las aguas residuales que se tratan, lo que
muestra claramente la eficacia de la vegetación de los humedales actuando como
una especie de biofiltro[1].
[1] Butchart,
Stuart, et. al., Los ecosistemas y
el bienestar humano: humedales y agua. Informe de Síntesis, Washington DC, World Resources Institute,
2005, p. 7
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